Una solicitud administrativa

Ayer compré tres máscaras japonesas antiguas, auténticas, maravillosas. Enseguida las colgué en la pared de mi habitación y no me sacio de mirarlas.

—Gog.

El interesado: S.F.I.

EXPONE

Insisten quienes aún confían en un «mundo mejor» en que la Administración debe ser «cálida», «humana», «cercana» y todos esos disparates demasiado sedientos de fluidos y de vísceras. Yo no opino como ellos. Seré claro: lo único que puede esperarse de una Administración es que funcione. La Administración es una herramienta para las necesidades humanas. Un medio. Yo no pretendo que mi automóvil consuele mis pérdidas ni que mi ordenador me folle de madrugada. No; para esto están las otras personas. Lo que yo pido a las máquinas definidas por su función es que cumplan maquinalmente su función. Y la Administración, a fin de cuentas, no es más que una máquina racional que se define por su función.

Por tanto, todos los vértices humanos presentes en la Administración deben ser extirpados. Si a mi ordenador le creciera un pulmón o a mi automóvil una costilla, yo se las arrancaría con asco y repugnancia; la carne no debe mezclarse con la técnica; y, por ende, las personas no deben mezclarse con la Administración.

SOLICITA

La solución que aporto es simple, conveniente y, sobre todo, eficaz: MÁSCARAS PARA TODO EL PERSONAL FUNCIONARIO. Así se acabarán los nombres, las amistades, los conocimientos y reconocimientos, las prebendas, oportunismos y desquites. El personal funcionario debe limitarse a cumplir sus funciones. Lo demás es apéndice, ruido y suciedad, lo cual debe evitarse en cualquier Estado que realmente cree en el progreso. UNA MÁSCARA PARA CADA FUNCIONARIO: eso los despersonalizará y evitará el contacto humano que tanto lastra a una Administración ejemplar y competente. Una máquina sin rostro, sin nombre, sin biografía ni circunstancias: así ha de ser la Administración, al igual que cualquier ordenador, automóvil, tijera o bicicleta que funcionen de manera adecuada.

Ya anticipo que mi súplica caerá en saco roto y que este Órgano cuya deshumanización ruego ni siquiera admitirá a trámite la presente solicitud. No tienen Vds. la vocación de engranajes, y es comprensible; pero tampoco han de tener —no íntegramente, al menos— la vocación de humanos cuando se limitan servir las funciones de la Administración.

Ojalá algún día se tomen en serio su trabajo.

FECHA, LUGAR Y FIRMA DEL INTERESADO

En A., a DD/MM/AAAA.

Y, para que conste donde proceda, firmo con mi número de DNI, máscara lógica e impersonal por la que Vds. me conocen sin conocerme: 00000000-A


Especulación inspirada por la lectura de Gog, del malogrado Giovanni Papini.

Otras fantasías irresponsables: Los que pagaban por insultar, o Los desvaríos de un pirómano.

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