‘El sentido del círculo’, de Manuel Ortuño.

manuel ortuño el sentido del círculo

El sentido del círculo
Manuel Ortuño
Ruiz de Aloza Editores (2015)
Ficha en Goodreads

Hay dos tipos de absurdo: el propiamente absurdo y el literario. El primero es mero juego de palabras e inconexiones verbales; el segundo explora los límites de la palabra y la dimensión humana del verbo. El primero es baladí; el segundo es necesario. El sentido del círculo, de Manuel Ortuño, brota de una estética del absurdo, pero pronto la trasciende y aspira a horizontes más amplios.

En esta obra seremos testigos del viaje de Adán Lescott a través de varios escenarios: todos ellos teatrales —e introducidos como tales—, sitos en la frontera entre lo familiar y lo imposible. En cada uno de estos escenarios, los personajes que acompañan el viaje y la búsqueda de Adán aportarán un interesante cuerpo argumental a la obra, así como una rica imaginería simbólica y filosófica. Los personajes, todos ellos, se ven enfrentados a las dimensiones del tiempo, de la muerte y del sentido; y, presos en un universo irracional, todos buscan dar —aunque sea una, ¡una sola!— razón a su mundo y a su propia existencia. En este sentido, es palmaria la dimensión metaliteraria del texto: como lectores —y como humanos— reconocemos nuestra propia imagen interior en los afanes de unos personajes que buscan lógica donde impera el caos.

De esta forma, en el diálogo entre los personajes —que, como hemos dicho, encarnan búsquedas simbólicas, irracionales, punzantes— descansa gran parte del desarrollo de esta historia. No estamos, querríamos decir, ante una novela de lo absurdo, sino ante una novela de lo paradójico; pues este diálogo, este ir y venir de los personajes, este esfuerzo de cada uno de ellos por encontrar su identidad… Todo esto se niega y se afirma: hay sentido, pero está velado; no existe el sentido, pero este se revela en cada diálogo. La realidad —el absurdo— se nos abre, así, en una sucesión de encuentros desde todos los sentidos y hacia todas direcciones.

manuel ortuño el sentido del círculo
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Este libro tiene esa chispa de grandeza y honestidad que reverbera en los grandes textos: es una obra que se hace a sí misma, con unas bases sólidas y que, aunque de mayor o menor afinidad con el gusto de según qué lectores, cumplen con la tarea del arte: crear desde la lucidez.

Es loable el inteligente esfuerzo del autor por construir una historia coherente, aunque plagada de incoherencias; direccional, aunque ramificada; de estructura circular, aunque no lo parezca. El sentido del círculo es una obra íntegra, bien narrada y cuyas páginas, todas ellas, sorprenderán al lector que guste de historias no convencionales, más sugerentes que algorítmicas, pero con norma propia.

Al final, todos los relojes y todos los libros acaban donde empezaron y comienzan donde finalizarán. Este es el camino circular de la literatura: el eterno no-retorno.

Desde nuestro humilde taller de las letras os animamos a buscar el sentido del círculo.

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3 comentarios

Manuel Ortuño

Estimado Darío,

Manuel Ortuño al habla. Le agradezco de todo corazón el tiempo que le ha dedicado a leer esta novela, así como el que le ha dedicado a escribir esta reseña. Veo que ha entendido usted muy bien el espíritu de una novela que no resulta fácil ni aprensible si no se sabe leer entre líneas o no se es capaz de mirar más allá de las meras palabras. Usted lo ha conseguido y le felicito por ello. Otros han leído la novela y no han sabido leer más allá.

Un cordial saludo.

Manuel Ortuño.

Querido Manuel, todavía hay veces que pienso en «El sentido del círculo»: en algunas imágenes, diálogos, personajes… Es una novela con sillón propio, y eso es difícil (tanto de realizar como escritor, como de encontrar como lector, je, je). Quizá en otro contexto habría creado escuelita; no sé; pero de lo que estoy seguro es que la releeré en algún momento. Es un placer leer obras inteligentes y, al mismo tiempo, tan respetuosas con el lector, al que no abruman, sino que liberan…
Abrazos grandes

Manuel Ortuño

Estimado Darío,

Escribir desde el teclado de una tablet es de lo más desaconsejable. Olvide ese «aprensible» y sustitúyalo por un «aprehensible», su pariente correcto. No sé qué ocurre con este maldito teclado…

Atentamente,

Manuel Ortuño

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