fbpx
Reseñas

‘Pequeña fuga (a seis voces)’, de Cristina C. Ciudad

'Pequeña fuga a seis voces', de Cristina C. Ciudad. Ediciones en el mar.
‘Pequeña fuga a seis voces’, de Cristina C. Ciudad. Ediciones en el mar. Fuente.

—No sé cómo describir ‘Pequeña fuga a seis voces’; un libro que carece de trama, pero cuyo motivo es el viaje y la exploración de lo profundo.

—¿Quizás como alegoría?

—No; a pesar de su simbolismo, la realidad de este libro es tan descarnada y su contenido es tan orgánico que referirme a él como «alegoría» me parece desmerecerlo; ni es tan abstracto, ni oculta tanto sus significados.

—¿Prosa poética?

—¡Tampoco! Sus diálogos y su instinto racionalizador me impiden llamarlo prosa poética.

—Entonces ¿diálogo? ¿Ensayo?

—¡No y no! Todos sus capítulos se resuelven a través del diálogo, es cierto, pero las posturas se desdibujan y el debate se me antoja un cuadro impresionista, de pincelada suelta y trazos difusos; además, su imaginario es tan adireccional y multiforme que sería difícil ceñirlo a la direccionalidad premeditada del ensayo.

—Pues no sé cómo quieres hablarme sobre el libro si ni siquiera puedes describirlo.

—Bueno, hay libros que se describen a sí mismos, que descubren géneros aún no concebidos y que presagian auroras fecundas. Creo que Pequeña fuga a seis voces es uno de estos casos de obra que se define a sí misma. Laberíntica, rica en matices y con innumerables vetas que atraviesan y hacen brillar sus posibles lecturas, propondrá un nuevo significado cada vez que se recorra con los ojos.

—Ahora entiendo mi papel en todo esto. Una obra inclasificable no puede ser reseñada según el uso habitual, ¿verdad?

—Exacto. Una obra en la intersección del diálogo, el ensayo, la narrativa y la prosa poética debe reseñarse con un mínimo de originalidad. Aunque sea en la forma. Al fin y al cabo, esta Fuga a seis voces ni siquiera es un libro, sino una fuga, a medio camino entre la polifonía musical y el intento de escapada de sí misma…

—¿Escapada de sí misma?

—Sí. Escapar de los límites de la propia materialidad. Venus, la protagonista con nombre de diosa caída y de planeta “dextrógiro”, lo repite en muchas ocasiones, y hasta con imágenes terribles y atroces: «A las mariposas les gusta estar donde pueden ser. El único lugar real para ellas, y por lo tanto para nosotros, es el tarro». Somos, en fin, materia orgánica condenada a ser consciente de nuestra limitación y ceguera espiritual; apenas somos, en palabras de Venus, «un glóbulo consciente».

—¿Y eso es malo?

—Ni malo, ni bueno; es. Pero demasiada consciencia de la finitud puede ser una tortura para quien anhela el más allá del espíritu.

—Pero ese «más allá» no es posible verlo. Acaso sea una vana obsesión de los «artistas»…

—Puede; pero precisamente es la visión de los artistas la que percibe lo invisible. La acromatopsia de Venus no le impide ver el color rojo, que tantos símbolos y consecuencias arrastra a lo largo de todo el libro. De la misma forma, la humanidad del artista no le impide ver la realidad espiritual: la interior, la vedada al resto de personas…

—Todo eso me suena a cierto gnosticismo, ¿no te parece?

—Pues sí. Pequeña fuga a seis voces puede ser considerada una obra de tendencia gnóstica. «La evolución exterior sirve para cegar, para olvidarse de la interior», afirma. Su reiterada condena de la materia, su evasión del mundo y repliegue hacia la esencia me habla de un gnosticismo contemporáneo, de un alma que pide saciarse solo con las aguas de lo profundo. «¿Qué te dijo tu oscuridad?».

—Eso de la «oscuridad» y el «interior» también me suena a psicoanálisis…

—Sí, a mí también. Venus dice: «He llegado a pensar que soy un error de fábrica», y creo que, en el fondo, el libro es una exploración de la conciencia («glóbulo consciente») de su propia psique; y para ello emplea el método del desdoblamiento, tan celebrado por Jung o Perls, entre otros. No hay personajes porque, en el fondo, todos hablan con la voz de su protagonista; ¡seis! (¿seis?) voces que se fugan del núcleo, lo circundan, lo cruzan desde otros ángulos y tratan de reincorporarse a su órbita y, finalmente, a su latir. Reencontrarse con la humanidad requiere, en primera instancia, reencontrarse con una misma…

—¿Y lo logra?

—Eso no te lo puedo decir. No te voy a destripar la poca trama del libro. Lo único que puedo decirte es que la tensión tiende al equilibrio, pero puede que haya peligrosos desajustes antes de alcanzarlo.

—Hablas con aires de gurú.

—Es parte, creo, del estilo de la obra. Muchas frases se enuncian con tono lapidario, cierta altivez de juventud que se siente en el fondo del abismo y de ahí extrae sus verdades doradas. Me parece que le sobra seriedad y tremendismo, así como le falta flexibilidad en sus conclusiones y preguntas; pero también considero que esta obra es un buen inicio para un espíritu con mucha ansia de conocimiento y una gran capacidad de trazar relaciones entre conceptos, símbolos y significados. Ojalá no deje de escribir; creo que la búsqueda que ha iniciado en este libro dará para muchos más, cada vez más profundos y radicales…

—¿Te refieres a la autora?

—Sí, cómo no. Una pluma con mucha virtud en potencia y un gran futuro del que espero estar al corriente. Al final, lo que se pone de manifiesto en Pequeña fuga a seis voces es el valor del arte como vía de liberación y transmutación de la materialidad mediocre a la que estamos encadenados. El arte, en fin, como promesa del color rojo a pesar de nuestra acromatopsia.

—Yo solo veo grises, y soy feliz…

—Pues imagínate quienes conciben otros colores. Eso es el arte y el más allá del arte y de la vida, que obras como esta nos llaman a no olvidar —o, acaso, a descubrir—.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: