«Los escritores son los enemigos de la vida»

Aún recuerdo una conversación que tuve con mi compadre Edu en nuestro banquito, a las tantas de la madrugada, mientras nos comíamos un kebab con salsa picante y nos bebíamos una cerveza más o menos fresquita, todavía recuerdo lo que hablamos, no con las mismas palabras y por supuesto que reelaborado y masticado por mi torpeza, pero aún recuerdo la enjundia de lo que me dijo, «los escritores son los enemigos de la vida», eso me dijo, de esas palabras exactas sí me acuerdo, de las demás no tanto, pero de esas sí, los escritores son los enemigos de la vida, eso lo dijo con todo el gusto y toda la firmeza del mundo, y entonces me habló de cuánto despreciaba a los escritores que pretendían hacer literatura, escritores que eran los mayores y más peligrosos enemigos de la vida, «detesto a los escritores que viven para inspirarse, los escritores que utilizan la vida como un filtro y un sucedáneo de la literatura, y que viajan a la India para escribir un libro sobre la India o escalan una montaña para inspirarse y escribir un poema fruto de esa inspiración en la montaña, los escritores así me repelen y yo los repudio, para mí hay muy pocos libros que merecen la pena y ninguno es literario, todos los libros que merecen la pena son aliterarios, así te lo digo, compadre —creo recordar que me dijo—, todos los libros que merecen la pena nacen de la espontaneidad y del humor y del fluir natural del organismo, en absoluto nacen del empeño en hacer literatura, la literatura es un atentado contra la dignidad humana y contra la libertad humana y contra el alma humana si es que eso existe, y aunque no exista el alma humana ya está aquí la literatura para destrozarla, porque la self-called “literatura” no es más que la capacidad del lenguaje para destruir lo que existe y lo que no existe, lo que existe en el mundo de la vida y lo que existe en el mundo del lenguaje, lo que solo existe en el mundo de la vida y lo que solo existe en el mundo del lenguaje, para mí los únicos libros valiosos y nutricios y casi sagrados son los que nunca pretendieron tener nada que ver con la literatura, esos son los libros imprescindibles, los que se escriben como una consecuencia natural de haber vivido, los que no necesitan esfuerzo ni sacrificio ni terribles padecimientos de artista, pues los que se esfuerzan y sacrifican y padecen no son otros que los enemigos de la vida, los self-called “escritores”, los self-called “literatos”, los self-called “artistas”, esos son los enemigos de la vida, mientras que los que no son ni escritores ni literatos ni hostias en vinagre son los imprescindibles, fíjate en Lao Zi, que escribió el libro más fundamental para la libertad humana que se haya escrito nunca simplemente porque se lo pidió un colega funcionario como favor personal, “pues hala, te escribo el libro que me pides y nos dejas a mí y a mi burra irnos tranquilos a tomar por culo a la montaña”, y hale, ahí tienes el libro más importante para cualquier explorador del misterio humano, y el tío lo único que hizo fue poner en palabras lo que había aprendido durante toda su vida, ya está, que sí, que le daría pereza y todo eso, pero el orejudo Lao Zi no tuvo que sacrificarse por su obra ni movidas de esas, el arrugado y chepudo y orejón y muy sabio Lao Zi escribió el texto más antiliterario y más imprescindible de los últimos milenios por una mera coyuntura, y ya está, no le busques más pies al gato porque no los tiene, o ahí tienes a los estoicos, Marco Aurelio tomaba notas rápidas de sus pensamientos que luego influirían a un montón de buscadores de sí mismos y de las leyes de la existencia humana, o Epicteto, coño, Epicteto solo quiso recoger cuatro verdades y cuatro pensamientos manejables que le hicieran la vida más soportable, y ahí lo tienes, otro libritillo imprescindible, o Nietzsche, que escribía cuando las ideas le impelían a escribir y nunca más, solamente cuando su organismo necesitaba expresarse, es que eso es lo más normal del mundo, expresarse cuando el organismo quiere expresarse y, si no, si tu organismo no te lo pide o no le tienes que hacer el favor a nadie, pues te callas la boca y no escribes porque lo que vas a escribir sobra, tu “belleza” sobra, camarada, tu “literatura” sobra, el mundo no necesita literatura, ¿tú te crees que Nietzsche, maestro de hombres libres, tú te crees que habría destrozado los cimientos intelectuales de su época como lo hizo si solo hubiera pretendido hacer literatura? Pues no, evidentemente que no, el mundo lo han cambiado quienes no han buscado hacer literatura, todos esos sabios de todos los tiempos nunca han necesitado encontrar vivencias para inspirarse y tampoco han necesitado encontrar inspiración para escribir, los sabios y maestros están tan vinculados con la vida y tan unidos con la vida que la expresión de la vida les sale sola, sencilla, apacible, aunque la vida sea una mierda su expresión es plácida, aunque la vida sea una tragedia su expresión es cómica, los sabios no necesitan hacer literatura porque en su aliteratura ya expresan toda la fuerza y todas las cumbres y todas las miserias y desengaños y esplendores y tormentas y glorias de la vida, fíjate en Hemingway, por ejemplo, valiente soplapollas, toda su vida buscando experiencias fuertes para demostrar que a la vida hay que follársela, que el hombre fuerte y el vivir fuerte y que si la vida es un combate y que si patatín y que si patatán, y que si el viejo y el mar y la lucha contra la naturaleza y contra los elementos y que si me voy a Europa a pegar tiros y a disolverme en la bohemia como una bestia y ¡hale!, al final me acabo suicidando, porque he dedicado mi vida a hacer literatura, porque todo es una farsa y yo mismo soy un fantoche, porque un hombre sano y fuerte y libre no necesita decir que está sano, que se siente fuerte y que es libre, no necesita decirlo ni demostrarlo y mucho menos escribirlo, un hombre sano, fuerte y libre goza y exprime su salud¸ su fuerza y su libertad y no se suicida, por Dios, no se suicida, sino que vive, joroba, vive y goza la vida, y ya está, y si en algún momento escribe algo, ese algo no es literatura, es todo lo contrario a la literatura, todo lo contrario, un hombre sano, fuerte y libre necesariamente va a escribir con belleza, no necesita de literatura y no necesita pretender ni esforzarse por encontrar la belleza, porque si tú a un hombre o a una mujer que ama la vida y goza la vida y vive con libertad y pasión, si tú a ese hombre o a esa mujer le pides que escriba algo, lo que escriba será bello porque será sencillo, porque será verdadero y porque será pedagógico, y ya está, nada más y nada menos, compadre, comunicar una verdad esencial con sencillez, esa es la fuente de toda belleza, comunicar una verdad esencial con espontaneidad, y solo se puede comunicar lo que se conoce, y solo se puede conocer viviendo, viviendo y no pretendiendo vivir, yéndote una semana de viaje no conoces porque no vives nada, solo pretendes conocer porque pretendes vivir, y eso es lo que hacen todos los escritores estos de mierda que siempre ha habido y que siempre habrá, nos quieren hacer saber todo lo que saben y todo lo que conocen y todo lo que leen, pero son unos mentirosos y unos fantasmas y unos mentecatos que ni siquiera tienen la decencia de quitarse de en medio como hizo Hemingway, no, esos se quedan hasta el final con sus tonterías, esos imbéciles solo leen para engrandecer su escritura y solo viajan para inspirar su escritura y solo conocen a otros como ellos para enriquecer su escritura, y así les va, escribiendo libros de mierda que nacen, se reproducen y mueren en el circuito estéril y estúpido de la literatura, y yo la verdad es que me río de todos esos escritores que se toman en serio a sí mismos por juntar cuatro palabras de mierda y se creen que han hecho algo en la vida, ¡y algo importante, encima!, ya ves tú, escribir un libro, hay que joderse, escribir un libro, algo importante, y tienen los santos cojones de defender su trabajo y de pregonar cuántos sacrificios y cuántas lágrimas y cuántas renuncias y cuántas horas les he robado a mis hijos para escribir este libro…, darse importancia por escribir un libro, renunciar y sacrificarse y llorar y quitarle horas a tus hijos por escribir un puto libro de mierda, y encima tener los cojonazos de pensar que eso te dignifica y que has hecho algo muy importante y que ya quisieran otros tener tu fortaleza y tu superioridad espiritual y tu don para el trabajo y el sacrificio por una meta gloriosa, claro que sí, campeón, claro que sí, ¡pero si la vida os come, mamonas, si la vida os come!, ya quisiera yo imaginarme a cualquiera de esos escritorzuelos que berrean en el circuito literario, ya quisiera verlos yo en la obra, un treinta de julio cualquiera, a cuarenta grados a la sombra…, claro, luego acaban suicidándose como el bueno de Hemingway, porque claro, la vida, la realidad es mucho más poderosa y salvaje y barbárica que todas las bellas aproximaciones a la vida que escriben estos pazguatos, ¿tú has leído alguna vez las biografías de, yo qué sé, los ganadores del Premio Nobel? La mayoría, zumbados, hermano, de psiquiátrico o cárcel o ambos, y la mayoría atormentados y quemadísimos con su propia obra y con su búsqueda de la perfección y todas esas pamplinas, ya hay que ser cabrón, hermano, ya hay que ser cabrón, y encima los premian, y encima les dan dinero, y claro, lo único que se consigue premiándolos y dándoles dinero es alentar a otros incautos a que se esfuercen tanto como se esforzaron esos neuróticos ganadores del Nobel, a que sacrifiquen y destrocen su vida para que cuatro enchaquetaos les den una estatuilla del mamonazo que inventó la dinamita, que eso es otra, que ya me contarás por qué se habla del Nobel de Literatura como algo bueno y deseable, cuando lo de las bombas y todo eso, pero bueno, eso es otra historia que ni nos va ni nos viene ahora mismo, el caso es que habría que acabar con todos los premios literarios y todos los incentivos y todos los talleres de escritura y todas las editoriales literarias, y todas las librerías de literatura también quemarlas, porque lo único que hacen es alimentar el fantasma y el mito y la burbuja, y al final el circuito artístico y literario que medra en todas las ciudades y todos los países y todo el mundo no es más que un rey desnudo que todos quieren vestir porque todos quieren su trono. Vaya tela. Cervantes tuvo más decencia que ellos y más sentido de la realidad y más honestidad que ellos, Cervantes sí que estuvo en la guerra y estuvo en la cárcel y fue malquerido y fue un desgraciado toda su vida, pero el tipo tuvo la decencia y el buen gusto de escribir desde el humor y la inteligencia y la sabiduría que toda una vida de desengaños le había brindado, el muy sabio y muy genial Cervantes no dudó en reírse de la literatura y del idealismo y de todos los Quijotes que pretenden que la realidad sea como los libros, su personaje Don Quijote no es más que el arquetipo de enemigo de la vida, es el que sufre y llora y se desploma y muere loco porque no acepta que la realidad no sea como la literatura, Don Quijote es el arquetipo de imbécil que no acepta ni quiere aceptar que la realidad es la realidad y punto, y yo la verdad es que me río muchísimo cuando escucho a los escritores de literatura hablando del Quijote e identificándose con Don Quijote, e identificándose orgullosos con el Quijote, madre mía, te descojonas, hermano, de verdad que te descojonas con el postureo que me traen algunos, que no se han enterado de la movida y seguramente ni se hayan leído el Quijote pero aun así se identifican con Don Quijote, de verdad, tú fíjate en los escritores cuando hablan de Don Quijote, porque a todos se les llena la boca de que “hay que ver, que el idealismo sigue igual de maltratado en la actualidad que en tiempos de Cervantes, y sigue habiendo quienes maltratarían a Don Quijote si lo vieran por la calle hoy en día”, ¡pues claro, coño, pues claro!, a Don Quijote hay que darle dos o tres buenas palizas a ver si espabila, coñoyá, es muy gracioso ver a los escritores de literatura identificarse con Don Quijote cuando cualquier hombre sano, fuerte y libre se identificaría con el barbero, por ejemplo, ese sí que sabe, el barbero, que se lo pasa bomba, las risas que se echan el barbero y su panda son las risas de quienes sí conocen la vida y no se empeñan en adaptarla a moldes irreales, el barbero y compañía se descojonan ante lo absurdo y gilipollas y ridículo y pelmazo que resulta Don Quijote, y yo te digo que si hubiera más barberos y menos Quijotes, y de paso menos Sanchos que les bailen las aguas a los Quijotes porque sencillamente son idiotas y se achantan ante las sandeces de los Quijotes y no se atreven a mandarlos a freír espárragos, si hubiera más barberos y menos Quijotes el mundo sería un lugar mejor, con menos literatura y más vida, o sea, con menos tribulaciones y más chistecillos, con menos imbéciles y más sabios, y de eso se dio cuenta el muy estupendo Cervantes, que escribió un librucho para reírse de la literatura y cuatrocientos años después sigue riéndose de la literatura cada vez que los literatos ensalzan a Don Quijote igual que Don Quijote ensalzaba los libros de caballerías».

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‘La lección del maestro’, de Henry James El arte inconsciente según Jung

2 comentarios

Jajaja. Tan sólo decir que el estilo berhandiano os está afectando. Creo percibirlo.
Completamente en desacuerdo. Los escritores sí son amigos de la vida, absolutamente.
Pero como creo que es un texto ficcional y desenfadado no voy a ponerle más peros, que todos somos libres de escribir lo que nos antoje.

Feliz verano. Un abrazo.

Darío Méndez Salcedo

Jejeje, bueno, el estilo que me influye es el tuyo, a quien, por razones evidentes, he leído más, y con más profundidad y detalle, que a Bernhard.
Por lo demás, las palabrejas estas no son más que un jueguecito para la diversión. Fuego contra el calor, jajaja. Un abrazo!!

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