
Contemplación: la esfera

Los hombres contemplan el horizonte: es la hora en que se abrazan todos los opuestos, la frontera donde confluyen todos los extremos. ¿Qué mejor momento, qué mejor lugar? Ya no es el día, aún tampoco es la noche; y entre día y noche bregan los dos amigos, cegados por el resplandor del hermoso misterio que significa el ocaso. Sus rostros se desdibujan, sus siluetas se funden con el más allá: la luz del crepúsculo congrega a los espíritus libres.
La naturaleza y sus proporciones hacen caer los velos de la razón. No todo es comprensible, no todo es preciso; el ser humano también debe admirar lo inescrutable. ¿Acaso son necesarias las palabras para gozar del bosque? ¿Acaso es adecuado el intelecto para perderse en el paisaje? Callan los dos amigos: ambos sienten arder su pecho, ambos sienten elevar su corazón hacia lo ignoto; pero no hablan. Callan por respeto a lo sagrado, arrodillan su espíritu ante la majestad que no comprenden. ¡Ellos, seres de la tierra, aspiran a la esencia, a lo divino, al orbe que todo lo contiene y todo lo simboliza! El Sol y la Luna, el día y la noche, lo mundano y lo celeste: todas las contradicciones, todas las antinomias, todos los duelos irresolubles encuentran su equilibrio en la esfera que se pierde más allá de sus límites humanos.
Caerá la noche, brotará el día; mas siempre habrá un instante fugaz, una chispa efímera, en que día y noche hablen el idioma de las esferas.

Comparte esto:

El suicida metafísico

"Mí conmigo: los sueños de Ari". María José Ventaja
También te puede interesar

De una hoja que encontré en el bosque
15/09/2021
El lenguaje radical
28/10/2019