
Chun Mai, sabio ignorante
Chun Mai, sabio de las montañas de Kung Hui Liam, vive tranquilo en el pico del monte. Su casa está hecha de piedra, y fue construida junto a sus discípulos. Son cinco jóvenes que conviven con el maestro, quien no lo es por su extraordinaria sabiduría, sino por su búsqueda de la ignorancia. Él les enseña a ser ignorantes, aunque, para eso, dice, deben conocer las infinitas y multiformes manifestaciones de la realidad. «Todo está en los libros; pero el origen, el corazón del todo, late más allá de ellos, quizá en ninguna parte», les instruye. Cada mes, los jóvenes bajan a la ciudad para buscar libros: los toman prestados de los ciudadanos, pues estos, conocedores de la sabia ignorancia del maestro de las montañas, contribuyen gustosamente a su conocimiento. Entonces, cargados con cestas llenas de libros aún inexplorados, los jóvenes ascienden de nuevo a la cabaña, y allí se dedican al estudio y a la meditación durante varias semanas. Todos los estudiantes leen todos los libros, y no bajan a la ciudad para cambiarlos hasta que cada cual ha cumplido con su lectura. ¿Pretende el maestro la reflexión grave sobre axiomas y aseveraciones por parte de los jóvenes? ¿Acaso la retención memorística de pasajes y su significado? ¿Quizás la discusión de las tesis centrales y los corolarios? Sí, lo pretende; pero únicamente para deshacerse de todas esas mentiras.

Chun Mai, sabio de las montañas de Kung Hui Liam, había sido un famoso científico, filósofo y poeta durante su juventud. Había buscado desentrañar la realidad, conocerla por completo y por entero desde las tres diferentes vías de análisis ya establecidas en la época clásica: la empírica, la lógica y la intuitiva. Sin embargo, sus pretensiones lo habían hecho sufrir intensamente, pues pronto constató que cada cosa que conocía equivalía a diez que ignoraba. El tejido de la realidad no tenía fin, no podía ser aprehendido en su totalidad; el ser humano era demasiado limitado, torpe y ciego para tales propósitos. Entonces el sabio reparó en lo ignorante que era y que sería siempre; y, aceptando dicha verdad, no solo se curó de sus padecimientos, sino que reparó en la naturaleza de la verdadera sabiduría.

Chun Mai, sabio de las montañas de Kung Hui Liam, hace leer a sus discípulos para que sean capaces de trascender todo aquello que aprenden. «¿Cómo vais a vaciar vuestra mente, si antes no la habéis llenado con las vanas imágenes del mundo? ¿Cómo vais a saber mantener el hilo tenso, si no os doy antes una bovina enmarañada?» Con tales misterios se expresa el maestro, que, después de la lectura, hace meditar a los discípulos durante varias horas hasta la caída del sol.

Chun Mai, sabio de las montañas de Kung Hui Liam, está convencido de que la lectura es necesaria para conocer las manifestaciones del mundo, las diferentes formas que puede adoptar la ilusión de la vida. Es necesario reconocer dichas imágenes: saber que todos los conocimientos, descubrimientos, leyendas y conceptos no son más que el anverso de un seductor velo que cubre la experiencia humana. Los sabios, piensa el maestro, deben atravesar dicho velo para alcanzar el verdadero conocimiento, que, paradójicamente, es la verdadera ignorancia: la que penetra más allá de lo conocido, del saber y de las leyes, la que desprecia la cultura y las grandes obras humanas, la que vive en la perpetua contemplación de los ríos, la que se regocija en la contradicción de todas las formas y en la duda de todos los destellos.
Chun Mai, sabio de las montañas de Kung Hui Liam, todavía busca la sabiduría en la ignorancia y la ignorancia en el saber.
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