Pintura, retiro, aspiración
Philipp, natural de Lübeck, reside en un apartamento alejado del mundo y del ruido. Vive solo, sin trabajo ni ganas de recuperarlo: el dinero le permitirá vivir durante varios lustros antes de tener que preocuparse por sus cuentas. Philipp apenas tiene gastos: dedica su tiempo a dibujar. Durante diez o doce horas al día, frente al amplio ventanal y sobre un escritorio repleto de sus creaciones, el exarquitecto dibuja a un ritmo febril. ¿Es por amor a la pintura? ¿Por vocación artística? ¿Por afanes estéticos? No: es por soledad.
Philipp dibuja retratos de familias que no existen. No conoce sus nombres, pero crea sus rostros y sus biografías. Algunas carecen de padres, otras conviven con varias mascotas, otras han perdido seres queridos y otras rozan los diez integrantes. Philipp, eternamente solitario, se siente parte de todas esas familias que considera propias. Son muchos los caracteres, personalidades y emociones que plasma Philipp en sus familias, y su frenético ritmo de dibujo obedece al miedo de quedarse sin ellas. Cada familia que dibuja significa su familia; aunque todas son diferentes, todas le pertenecen.
Si tuviera Philipp una familia de carne y hueso, dicha familia sería su prisión. Philipp no quiere una familia, sino todas; quiere sentirse el padre de todos los niños, el amante de todas las mujeres, el hijo de todos los progenitores, el amigo de todas las mascotas. Philipp busca tender el lazo íntimo con todos los rostros de la humanidad, y, para ello, no se compromete con ninguno.
Hacerlo sería renunciar a todos los demás, que dibuja a diario en su apartamento alejado del mundo. ¿Dónde, si no, podría aspirar a amar al mundo entero?…
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