La escultura sin rostro
Había una vez un escultor que ponía nombre a sus obras. Eran tan perfectas que reconocía a cada una por su rostro, y las quería tanto que sentía una amarga tristeza cada vez que vendía alguna. Sin embargo, durante una…
Había una vez un escultor que ponía nombre a sus obras. Eran tan perfectas que reconocía a cada una por su rostro, y las quería tanto que sentía una amarga tristeza cada vez que vendía alguna. Sin embargo, durante una…